jueves, 29 de marzo de 2012

LA HUELGA DE LA VERGUENZA



Llegó el gran día, la fecha que desde el 20 de Noviembre, el Partido Socialista había marcado en el calendario. Podía ser una semana antes o después, pero los estrategas socialistas querían marcar el comienzo de la legislatura, hacerse notar, poner su sello personal en un juego en el que pintan muy poco.

Ayer, en el Pleno del Senado, el Grupo Socialista proponía a través de su portavoz "parar la huelga" a cambio de que el Gobierno retirase la reforma. Podemos pensar que fue un exceso, puede ser. Pero en el fondo ellos así lo creen y para esto han trabajado de acuerdo con sus socios sindicales.

La finalidad de una huelga general es producir un cambio en algo. Su éxito o fracaso se mide por lo que se consigue, no por el lío que se monta... Pues bien, esta es una huelga fracasada desde su inicio. El Gobierno no va a retirar la reforma haciendo uso del sentido común, pues es necesaria. Ha ofrecido diálogo en su trámite parlamentario, algo que no parece interesar al  principal partido de la oposición, y los sindicatos han tenido su tiempo para presentar iniciativas o propuestas que no han podido o sabido hacer. Ese es el camino y no otro en democracia. 

La huelga no beneficia a nadie, es estéril. Entonces ¿por qué se plantea? La respuesta sólo la tienen el Partido Socialista y unos sindicatos, los más desprestigiados de la historia reciente de España, que ante su propia inutilidad han decidido participar en la solución de los problemas del país de la única forma que saben, con la algarada callejera. Triste.

Los tres mosqueteros, Toxo, Rubalcaba y Méndez. Patéticos.

Sólo resta esperar que la jornada sea tranquila, que pase pronto, que libremente participe el que quiera, sin coacciones. La huelga es un derecho. Pero con la misma convicción digo que confío que la participación sea mínima por el bien del país.

El Gobierno ha de seguir con mano firme con las reformas, pero a la vez mostrando esa firmeza también en Europa, a eso nos dedicaremos otro día.

jueves, 1 de marzo de 2012

INCENDIAR LA CALLE



Los sucesos de los últimos días  en varios puntos de España que comenzaron en Valencia, ayer se trasladaron a Barcelona y todo apunta que continuarán, son algo que estaba en el guión del PSOE. - Consigna: Incendiar la calle -.

Para ello, utilizan y juegan con unos sindicatos que unen a su desprestigio el remordimiento de no haber hecho nada mientras el país perdía millones de puestos de trabajo. Sindicatos que han engordado a cuenta de subvenciones de todas las administraciones públicas sin ningún rubor. Que no han sabido presentar alternativas ni sugerencias que mejorasen las circunstancias del mercado laboral en los últimos años. Sindicatos anclados en el pasado, ciegos, sordos y mudos cuando gobierna el Partido Socialista. No vale ampararse en que organizaron una pantomima de Huelga General, que se convirtió en el mayor ridículo de la historia reciente de España.

Por otro lado está el llamado Movimiento 15M. Esta especie de manifestación permanente en la que se han unido grupos de todo tipo y condición. Desde románticos y añorantes de Mayo del 68 hasta los más violentos antisistema, que al final se quedan con el santo y la moneda...

Para completar el coctel, los estudiantes de diversas edades con el sarampión propio e ilusionante por el que todas las generaciones pasamos. 

Hay que distinguir entre lo que es una manifestación, amparada por la Constitución como un derecho indiscutible,-y en la que se pueden reclamar menos recortes en educación, o que se enciendan las calefacciones de los centros o una reforma laboral distinta o cualquier otra cosa- de las escenas violentas de quemas de coches y contenedores y lo que está siendo una kale borroca en toda regla.

A las manifestaciones pacíficas decimos Si, aunque no estemos de acuerdo con ellas. A la utilización de las mismas, que se está produciendo, decimos No.

No es de recibo que los autores y responsables principales de la situación, también conocidos como Partido Socialista, sean los que ahora acosen al Gobierno desde la lucha callejera. 

Al Gobierno Popular cabe pedirle que siga por el camino de las reformas emprendido y que utilice el diálogo como herramienta fundamental, pero eso no significa que renuncie a mantener el orden en la calle que es patrimonio de todos.